Este comportamiento llamó la atención a un grupo de investigadores de la Universidad de Tel Aviv (Israel) y se decidieron a investigar el por qué de este comportamiento. Como resultado de esa investigación encontraron que estos insectos tienen su cutícula (la capa segregada por la epidermis, más o menos dura e impermeable, que cubre la superficie del cuerpo de ciertos animales) llena de células solares.
Las horas de más calor del día coinciden con las de radiación ultravioleta más intensa y es este momento el que eligen las obreras de la colonia para excavar. Los científicos, al analizar su exoesqueleto encontraron capas sucesivas de pigmentos, unas treinta en la zona marrón y unas quince en la zona amarilla. Además, se dieron cuenta de que aunque la superficie de las dos zonas era diferente, ambas funcionaban como rejillas de difracción, esto les permite capturar el 99% de la luz.
Lo que más les llamó la atención fue que todas estas estructuras funcionan como paneles solares fotovoltaicos, transformando la energía que les llega en forma de radiación en energía eléctrica, generando una pequeña diferencia de potencial. Las avispas almacenan esta energía en pequeñas 'baterías biológicas', por ponerle algún nombre, para transformarla en calor cuando la temperatura ambiente desciende o incluso para suministrar una dosis extra de energía a los músculos que ponen en movimiento las alas.
Se dieron cuenta de todo esto al observar que las avispas anestesiadas se recuperaban antes si las exponian a radiación ultravioleta.
PUBLICACIÓN ORIGINAL: http://www.springerlink.com/content/w657861740333733/
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